La financiación a largo plazo

La financiación a largo plazo

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Después de haberle dedicado dos artículos a la financiación a corto llega el momento de cambiar de tercio, de abordar la financiación a largo plazo, de qué es, de los motivos de su importancia, de las distintas clases de financiación a largo y de aquellos aspectos en que debemos centrar nuestra atención. Nos remitimos a la primera de las entradas que dedicamos para la financiación a corto para concluir que hablamos de financiación a largo cuando el plazo para su devolución es superior al año (nos estamos refiriendo siempre a financiación exigible, de terceros, no fondos propios ni similares). Es una solución convencional, que no puede omitir que en algunos sectores empresariales quizás el largo plazo sea superior o inferior al que señala dicho periodo. Además del contexto empresarial y del periodo medio de maduración como criterio hay que diferenciar entre aquellas operaciones que son realmente a largo y las que son a corto, pero que por motivos de ahorro de costes, se hacen a 2 años o con cláusulas de renovación tácita, etc. Nuestro propio sentido común será capaz de discernir unas de otras.

¿Por qué es importante la financiación a largo?

Como ya sabemos la financiación a largo contribuye a dar estabilidad a la estructura empresarial por el plazo de devolución, ya que en teoría ha de exceder del periodo medio de maduración. Recordemos que la financiación exigible a largo más los recursos propios constituyen el fondo de maniobra en tanto en cuanto exceden del inmovilizado de la empresa. Sin ese fondo de maniobra la empresa se encuentra en una situación de inestabilidad que impide su gestión con normalidad, lo que nos debe convencer de que tener una buena financiación a largo es fundamental. Además, la financiación a largo, tal y y como la hemos definido, y tal y como se da en la realidad, es la que nos permite contar con ese inmovilizado productivo, con esas inversiones que han de dar su fruto en el tiempo. Una empresa que se financia únicamente a corto, que tiene un fondo de maniobra negativo, con fondos propios escasos, ya no es que esté al borde del colapso financiero, es que no se ha parado a pensar ni planificar sobre lo que quiere ser en el futuro. Difícilmente un banco apostará a medio plazo por una empresa que no tenga claro a dónde va, que no se pregunta cómo ve el futuro y cómo se adapta al mismo. Queda claro que no en todas las empresas el inmovilizado tiene la misma importancia, que incluso en las que lo ha tenido históricamente se apuesta por subcontratar en gran medida, pero siempre habrá un núcleo duro productivo, un mínimo, y ese debe financiarse con fondos propios y con financiación a largo. La financiación a largo plazo por parte de un tercero trae consigo un plus, que consiste en que alguien ha validado ese planteamiento, esa apuesta por una opción que ha de producir futuros flujos de caja para devolver la financiación. En este sentido, el análisis de riesgo del banco o de la financiera viene a ser una suerte de auditoria gratuita de nuestra de nuestra inversión Ese visto bueno de la entidad financiera conlleva un compromiso con la empresa que va mucho más allá de esa operación. Por regla general, las operaciones a largo plazo son más difíciles de conseguir que las operaciones que van a corto, y además suelen conllevar la aprobación de lineas de financiación a corto que permitan dar liquidez a la empresa, a sus ventas y procesos productivos. Si se ha conseguido una operación a largo lo más frecuente es tener también apalabrada liquidez a corto. Es todo un voto de confianza.

¿Qué clases de financiación a largo tenemos?

En la financiación a largo tenemos opciones variadas. Aunque en el fondo se repiten las mismas fórmulas, siendo un universo quizás algo inferior al de la financiación a corto, nos encontramos con distintos matices que harán que nos decantemos por la solución más adecuada:
  • Para empezar tenemos los préstamos, tanto los personales como los hipotecarios (sin olvidar los menos conocidos, los pignoraticios). Aquí el criterio es la garantía de dichas operaciones, y a partir de las mismas nos encontraremos con amplias variaciones en cuanto a plazos, precios, costes de constitución del préstamo, etc.
  • También podemos diferenciar entre dos tipos de préstamos, los libres y los de convenio, aquellos que forman parte de lineas financieras facilitadas por instituciones públicas o de meros convenios con las mismas: las líneas de financiación ICO, los prestamos del BEI, los acuerdos con las SGR, etc.
  • No debemos olvidar la alternativa del leasing frente al préstamo, especialmente interesante desde un punto de vista financiero-fiscal en determinadas ocasiones.
  • El renting nos ofrece un abanico de posibilidades y servicios mucho más rico que una financiación, por lo que tampoco debemos descartarlo.
  • Las empresas de mayor dimensión, que operen en determinados sectores, tendrán en su mano la opción de la financiación estructurada, más allá de una solución estándar.
La cuestión, por tanto, parece ser acertar con la elección, especialmente si consideramos que, salvo cancelación anticipada, tendremos que convivir con ella durante un tiempo.

¿En qué nos fijamos en una financiación a largo plazo?

Enlazando con la cuestión con la que cerrábamos el post anterior cabe preguntarse en que aspectos nos debemos fijar a la hora de optar por una u otra modalidad de financiación a largo plazo. Veamos algunas cuestiones que deben surgir al reflexionar:
  • El importe de la financiación, qué porcentaje de la inversión se financia y cuál debe acometerse con recursos propios. Aquí estamos hablando de la política de riesgos de la entidad financiera, de nuestras necesidades, y en algunos casos de las bases de los préstamos convenidos.
  • El plazo de la operación: en este sentido, conviene ser coherente y amoldarse como máximo a la vida útil estimada del activo a financiar.
  • Los gastos de constitución de la operación: no es lo mismo un préstamo personal que un hipotecario (y aquí también deberíamos examinar los gastos de cancelación futura).
  • Ligado íntimamente con lo anterior está el asunto de las comisiones, especialmente cuanto más corto sea el plazo de estas financiaciones. Hablamos de comisiones de apertura o estudio, pero también de comisiones por ir disponiendo en fases de la financiación, por operar en divisas, por cancelar anticipadamente, etc.
  • Por supuesto los intereses, fijos o variables, deben ser analizados con detenimiento, dada la naturaleza de estas operaciones.
  • El tratamiento fiscal de la operación: no todas las empresas pueden aprovechar del mismo modo un leasing, existen regulaciones específicas sectoriales, habrá que tener en cuenta posibles operaciones vinculadas, etc.
En efecto, preparar y negociar la financiación a largo lleva más tiempo que en el caso de las financiaciones a corto, pero también es cierto que introduce una tranquilidad en la empresa y construye una relación con la entidad financiera que hace que merezca la pena.