La inflación y deflación

La inflación y deflación

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Hay quien piensa que lo micro y lo macroeconómico son dos mundos separados. Incluso quien sostiene que lo segundo no le afecta en su día a día. Están profundamente equivocados. Vemos, por ejemplo el impacto de algunos fenómenos macroeconómicos al día a día de nuestras empresas: ¿cómo nos afectan la inflación y la deflación en cuanto que seamos deudores?

Por lo general, y por múltiples causas, la posición ordinaria de las empresas, ya sean o no éxito, es la de deudor. La empresa suele estar apalancada habitualmente. Esos fenómenos monetarios de los que hemos hablado, ¿nos afectan o nos perjudican?, ¿en qué sentido? Si somos capaces de comprenderlo, y en función de nuestros previsiones al respecto, podremos intentar anticiparnos a las consecuencias o al menos ser conscientes de los riesgos y beneficios.

La inflación y su efecto dilutivo en los préstamos

Sin entrar en profundidades teóricas, veamos primero qué es la inflación, o lo que algunos señalan más bien como manifestaciones de la inflación. Para ello podemos acudir a este artículo de Actibva:

La inflación se define como el aumento general y continuado de los precios que tiene lugar en una economía durante los últimos 12 meses. Otra forma de definirlo es como la disminución del valor del dinero respecto a la cantidad de bienes o servicios que puedes adquirir con dicho dinero.

Es evidente que si la inflación supone una perdida de poder adquisitivo de nuestras unidades monetarias esto tiene una transposición directa al valor de nuestras deudas. Nuestros acreedores van a ver como el valor de dicha deuda, de facto, se reduce, por mucho que nominalmente se mantenga. Cuanto mayores sean las tasas de inflación y más tiempo pase, su deuda más erosionada queda.

Con nosotros ocurre justo lo contrario. En los procesos inflacionarios, salvo que tengamos ingresos fijos que no se actualicen tipo pensiones, se producen escaladas salariales , de ingresos por ventas, en una espiral inflacionista persiguiendo la subida del precio de los activos, por lo que nos resultara mucho más fácil pagar la deuda.

Además, si el préstamo tiene una garantía hipotecaria, es muy posible que los precios inmobiliarios también se sumen al proceso inflacionario, por lo que estos suben sus importes, lo que nos facilita la venta de los mismos y cancelar el préstamo o incluso, en los primeros tramos de los proceso inflacionarios, refinanciar con finalidad, constituir segundas hipotecas, ...

Existe un aspecto negativo de la inflación para los deudores, y es que suele llevar a aparejada una subida de los tipos de interés. Si tenemos préstamos a tipo fijo es una buena noticia, ya que nuestros costes financieros se mantendrán mientras que los ingresos por nuestros depósitos subirán, pero si los tenemos a tipo variable eso supondrá una subida de las cuotas considerable. Si no tenemos deuda, pero vamos a contraerla, este efecto se suele mitigar con diferenciales de menor importe.

En lineas generales, si esperamos fuertes procesos inflacionarios, no suele ser mala estrategia endeudarse para que la inflación diluya nuestras deudas(además de endeudarnos a tipo fijo y no a variable), siendo conscientes de que si estos se agravan son capaces de desestructurar el sistema, al hacer inviable el calculo y asignación de recursos en el día a día económico.

La deflación, o la espiral de la muerte para los deudores

La deflación es justo lo contrario de la inflación, es el proceso de bajada continua, sostenida, del nivel de precios. Esta asociada a graves crisis económicas, a bajos niveles de actividad, en definitiva, a fuertes recesiones. En los mismos, con una demanda destruida, los precios se ajustan a la baja, lo que lleva a un circuito retroalimentado. Suele ser la resaca de una espiral inflacionario, reajustando los precios a los niveles que les corresponden.

¿Qué ocurre con los deudores en dichas situaciones? Lo más probable, salvo excepciones, es que se vean afectados por la crisis económicas y sus ingresos bajen, que se hundan su precios, e incluso que cesen en su actividad. Y mientras tanto los préstamos, sus nominales, estarán ahí, imperturbables. Una mala noticia.

Peor aún es que si tienen deuda hipotecaria, el valor de sus activos inmobiliarios se haya hundido también, por lo que la venta del activo o refinanciación sobre el mismo serán muy complicadas, al ponerse en ocasiones por debajo del nominal de la deuda. Incluso es posible que se acabe en vía judicial y el importe de la adjudicación sea inferior a la deuda, con lo quid habremos perdido el bien y seguiremos siendo deudores.

La única buena noticia es que, en épocas de deflación, las políticas monetarias son expansivas, y se reducen los tipos de intereses, lo que lleva a que se palie la situación de los financiados a tipos variables con una rebaja de las cuotas, que en todo caso no llega a resolver , generalmente, los problemas de fondo.

En resumen, si entendemos que se va a producir una deflación debemos reducir deuda antes de que llegue a la máxima velocidad posible, vendiendo hoy mejor que mañana. Se trata de convertir todos nuestros activos en dinero, y si podemos pasar nuestro préstamo a tipo fijo a tipo variable.